En contextos de encierro, la educación abre puertas. Mónica Aranda, docente y militante por los derechos humanos en Zapala, reflexiona sobre los desafíos de enseñar en las cárceles y la potencia transformadora del aula tras los muros.
En Argentina ningún derecho se ejerce de manera plena y la educación no escapa a esa realidad. Así lo afirma Mónica Aranda –militante por los derechos humanos, psicóloga social y profesora en Psicología Social de la ciudad de Zapala (Neuquén)-.
Desde su experiencia como docente en contextos de encierro, sostiene que “la educación en contexto de privación de la libertad completa este mapa lleno de vulneraciones y olvidado lamentablemente por la mayoría de los gobiernos de turno”.
Aranda describe con crudeza y compromiso el escenario que habitan quienes enseñan y aprenden en las cárceles del país. “Cuando trabajás como docente en una cárcel te encontrás con varios frentes. En el trabajo intramuros no se trata solo de ir a dar clases y salir sin que nada te haya pasado”, asegura.
A lo anterior, suma que su tránsito por distintas experiencias la llevó a tomar conciencia de la importancia de visibilizar una matriz social profundamente desigual, que condena y excluye.
Dentro de los cárceles, las lógicas del sistema represivo y punitivista se agudizan y afectan la salud mental de las personas privadas de libertad. En este marco, la educación se convierte en un espacio vital de resistencia y transformación. “Es el espacio donde se brindan herramientas que alejan de escenarios nocivos y violentos”, sostiene.
Para Mónica, las aulas en las prisiones abren puertas hacia un mundo que también les pertenece a quienes estudian: “Les estudiantes que permanecen en la escuela adquieren saberes que los empoderan de un mundo desconocido que también les pertenece”. Desde esa convicción, su práctica docente se orienta a promover saberes críticos, desarmar prejuicios y problematizar violencias naturalizadas.
“La educación en contexto de privación de la libertad es la posibilidad de transformación y de autodeterminación de una población que no ha podido gozar plenamente del derecho a ser educade”, ratifica.
Su testimonio recupera una verdad profunda y reveladora. Enseñar en las cárceles es también una forma de militancia por la dignidad y los derechos humanos.
*La imagen de portada es ilustrativa.
