CADE

El poder transformador de la educación en contextos de encierro

Entre 2015 y 2019, Fabio Zurita dictó talleres de cine en distintos institutos de menores de la provincia de Buenos Aires, experiencia que inspiró su documental Cheto Cheto. La película retrata la vida de adolescentes en conflicto con la ley penal, mostrando cómo la educación artística puede ser una herramienta de contención, expresión y esperanza en un sistema que suele priorizar la reclusión por sobre los derechos y oportunidades.

Entre 2015 y 2019, Fabio Zurita, director y actor, compartió largas jornadas con adolescentes alojados en distintos institutos de menores en la provincia de Buenos Aires. Allí dictó talleres de cine, y fue testigo de la vida cotidiana de jóvenes que transitan un sistema penal que, según su mirada, suele castigar más la pobreza que los delitos cometidos. De esa experiencia nació Cheto Cheto, un documental que retrata la vida de estos jóvenes, sus desafíos, sus pérdidas y también sus victorias cotidianas.

El film se centra en un grupo de adolescentes que convive hacinado en un instituto de La Plata y que narra, en primera persona, su participación en un taller de cine.

La obra muestra el derrotero que atraviesan dentro del sistema penal: traslados entre instituciones, la frustración de la falta de oportunidades y, en muchos casos, el triste desenlace de algunos de ellos. Con la participación del historiador Osvaldo Bayer, Zurita busca exponer lo que considera “la hipocresía del sistema carcelario”, que captura y condena a los jóvenes por su condición social y luego los devuelve a la calle con pocas herramientas para romper la llamada “puerta giratoria” del encierro.

En diálogo con la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE), Zurita reflexionó sobre la experiencia de enseñar cine en contextos de encierro. Confiesa que, al principio, dudó de poder sostener un proceso educativo en un entorno marcado por la violencia y la desconfianza. Sin embargo, pronto comprobó el entusiasmo de los chicos, quienes, pese a las limitaciones, se mostraban ávidos de aprender, de contar historias y de expresar emociones. “Había mucho interés, incluso cuando las clases eran opcionales”, recuerda, y destaca que esta curiosidad permitió que los talleres se convirtieran en un espacio de contención y aprendizaje, lejos de la autoridad punitivista que caracteriza al sistema penal.

Zurita cuenta cómo adaptó su enseñanza a la realidad de los jóvenes: sin imponer órdenes ni roles jerárquicos, fomentando la colaboración y la escucha, y seleccionando materiales que captaran su atención. “Quería que se sintieran protagonistas de su propio aprendizaje. Muchos traían historias, poesías, cortometrajes. Había talento y sensibilidad, aunque el contexto intentara borrarlos”, explica. La experiencia evidencia que, incluso en situaciones de encierro, la educación artística puede ser un catalizador de transformación personal y social.

El documental no solo muestra los talleres y el aprendizaje, sino también las dificultades del sistema: la falta de recursos, los cambios abruptos de políticas, la constante amenaza de que las actividades educativas sean interrumpidas. Además, pone de relieve la vulnerabilidad de los adolescentes frente a factores externos como la violencia, las drogas y la circulación de armas, cuya presencia en estos contextos suele estar mediada por la acción adulta. Para Zurita, esto subraya la necesidad de responsabilidad y acompañamiento genuino: la educación, el arte y la contención pueden ser herramientas de prevención y reconstrucción de la vida de estos jóvenes.

Cheto Cheto logra mostrar cómo, incluso en espacios de restricción, la educación puede abrir brechas de esperanza. Zurita llevó a los jóvenes al estreno del film y organizó funciones especiales, permitiéndoles interactuar con el público, compartir sus experiencias y sentir que su voz importaba. Esa experiencia no solo fortaleció el autoestima y la conducta de los participantes, sino que también visibilizó ante la sociedad una realidad muchas veces silenciada: la de adolescentes que enfrentan un sistema que prioriza la reclusión por sobre la educación y la inclusión.

En Argentina, el derecho a la educación en contextos de encierro está reconocido por la normativa nacional, que garantiza que todos los jóvenes, independientemente de su situación legal, puedan acceder a formación académica, artística y recreativa. Sin embargo, la implementación de este derecho sigue siendo desigual y frágil.

La experiencia de los talleres de Zurita evidencia, entre otros puntos, que, cuando se respeta y se promueve este derecho, se pueden generar espacios de aprendizaje significativos, de desarrollo personal y social, y se ofrece a los adolescentes la posibilidad de imaginar un futuro distinto al del encierro. Garantizar la educación en estos contextos no es solo un deber legal, sino una herramienta de justicia social y prevención, que puede transformar vidas.

COMPARTIR